ÍNDICE:
INTRODUCCIÓN.
(Revista Oveja Negra, n. 34)
Es frecuente
escuchar el argumento de que la noviolencia está muy bien pero que
sólo es posible utilizarla como medio de lucha y de resistencia
frente a regímenes democráticos, sensibles a los valores humanos.
Gandhi, Luther King combatieron contra ingleses y americanos, pero,
¿qué hacer frente a una dictadura militar sin escrúpulos que no
ha desarrollado otro refinamiento que el buscar las más sutiles
formas de tortura?
En
más de una ocasión hemos ya salido al paso de este malentendido.
Ahora queremos exponer mas ampliamente el desarrollo y las condiciones
que hicieron posible el éxito de una resistencia civil noviolenta
frente a cuatro regímenes militares en Latinoamérica. Con ello pretendemos
también sacar del olvido unos hechos que han sucedido pero que nos
son desconocidos y por tanto no cuentan a la hora de analizar la
situación latinoamericana. ¿Quién sabe hoy que en 1944 tanto el
Salvador como Guatemala lograron desembarazarse de sendas dictaduras
militares por una resistencia civil o armada?.
De
nuevo constatamos la magia que nuestra cultura atribuye a la violencia.
A nosotros, lejanos espectadores occidentales, apenas nos llegan
del otro lado del océano otras luchas que no sean la guerrilla.
Pese a su escaso éxito, aunque se ha intentado en casi todo el continente,
pocos somos capaces de ponerla en cuestión como forma de lucha o
al menos de saber que coexiste con ella otra forma que, por desconocida,
no deja de ser tan arriesgada y valiosa. Caemos así en un análisis
simplista y en una adoración al Che Guevara o Camilo torres que
nos impide cualquier otra visión que no sea la del enfrentamiento
entre un ejército y una guerrilla, dejando fuera de combate al menos
a dos tercios de la población, los indios y las mujeres, ya que
los primeros por su forma de vida y su estructura son ajenos al
análisis marxista y al uso de las armas (no hablamos del estereotipado
indio del oeste).
Hablando
de Nicaragua Pérez Esquivel comenta:
"En el caso de Nicaragua, pienso que todo no es solamente el resultado
de las armas. Es necesario considerar el problema en su totalidad
y no contentarse con una visión parcial de las cosas. Durante muchos
años, la guerrilla sandinista ha acosado al gobierno de Somoza,
pero sin poder derrocarlo. Era como una picadura de mosquito: es
molesta pero nada más. La fuerza sandinista casi fue destruida.
Es entonces cuando ciertos acontecimientos esenciales desencadenaron
una lucha noviolenta en el pueblo; una lucha intensa e inmensamente
importante a la que no se le ha prestado suficiente atención.
Con
la Revolución nicaragüense, estamos ante una insurrección popular.
Arranca en el momento del asesinato del periodista Pedro Chamorro,
en Enero de 1978. Es este hecho concreto el que provoca la indignación
de la población, en todos los niveles, contra la dictadura somocista,
indignación que desembocará en la insurrección. Esto, es una lucha
noviolenta del pueblo. Los sandinistas no harán más que aprovecharse
de ella para lograr una mayor credibilidad en el pueblo, credibilidad
que no habían tenido durante muchos años. Una rebelión armada por
tanto no puede triunfar si no existe una insurrección de la conciencia
colectiva.
Pero
todavía es necesario ver las cosas más profundamente. El otro hecho
importante fue el aislamiento internacional de Somoza, sobre todo
con relación a los EE.UU ., aislamiento que se hará definitivo en
el momento del asesinato en Nicaragua de un periodista americano
ante las cámaras de Televisión, en junio de 1979. Si se leen los
periódicos de la época, se ve que Somoza hizo un viaje a EE.UU.,
fue a USA a mendigar un apoyo económico y militar. A su vuelta,
declaró que América del Norte, su gran amigo, le había abandonado.
Su aislamiento se hace real y esto es como consecuencia de la reacción
del pueblo americano mismo. Desde entonces el gobierno de Somoza
está prácticamente condenado y a punto de caer. En este momento
interviene la guerrilla sandinista. Teniendo que elegir entre el
apoyo a Somoza o a los sandinistas, el pueblo opta lógicamente por
los sandinistas. Así es como se produce el hundimiento total de
Somoza.
Cuando
se dice que la guerrilla sandinista hizo la Revolución, es efectivamente
un análisis muy parcial. En mi opinión, la verdadera Revolución
la hizo el pueblo de Nicaragua, y no la guerrilla sola".
(Lucha noviolenta por la paz, Adolfo Pérez Esquivel,
Ed. Descleé de Brouwer).
Ciertamente,
y lo repetimos una vez más, no se trata de establecer una lucha
entre guerrilla y noviolencia. La solidaridad con los oprimidos
debe ir más allá de las formas que éstos adopten por su liberación.
Queremos dejar constancia de que, hoy, la noviolencia es una forma
extendida de lucha en toda América Latina. Y no cabe duda, si la
noviolencia es posible, es también preferible. Librarse de la violencia
revolucionaria no deja de ser también una liberación.
Para
los más escépticos, los casos de resistencia civil que aquí relatamos
contradicen al menos la afirmación de que la noviolencia no es posible
en Latinoamérica, aunque ciertamente, no ha resuelto los graves
problemas planteados. Aunque es fundamental conocer la historia,
lo más esperanzador es la lucha que, desde Guatemala a Argentina
se está llevando a cabo de una forma noviolenta:
¿Quién
no conoce hoy a las Madres de la Plaza de Mayo, en Argentina, que
con los nombres de sus hijos desaparecidos escritos en los pañuelos,
se manifestaban cada semana ante la Casa Rosada?. Ellas, mujeres,
marginadas en otras formas de lucha, contribuyeron de forma decisiva,
con su pública denuncia ante el mundo, al descrédito y caía del
régimen militar. Hoy, ante un régimen democrático no ha cesado su
vigilancia por el respeto de los derechos humanos y porque se aplique
la justicia a los autores de crímenes probados.
No
podemos olvidar la contribución a esta lucha de buen número de obispos
Latinoamericanos como Helder Cámara, Proaño, Casaldáliga o el asesinado
Oscar Romero. Veinte obispos de nueve países se reunieron en Bogotá
para trabajar sobre el tema "Noviolencia, forma de liberación".
Pérez
Esquivel, que sufrió también la represión de la dictadura argentina,
premio Nobel de la Paz en 1980, es hoy coordinador y animador, a
través del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), de numerosas luchas.
Veremos concretamente su importancia en el caso de Uruguay y en
otras luchas poco conocidas (defensa de sus tierras por los indios
de Chimborazo en Ecuador, la de los campesinos de Alagamar en Brasil
o Jejuí en Paraguay).
En
América Central, incluso en países como El Salvador, donde no parece
que haya otra forma de lucha que la guerrilla, numerosas organizaciones
civiles luchan también por sus derechos, de forma noviolenta (explícita
en algunos casos, implícita en la mayoría).
Esta
lucha noviolenta, a menudo sin batallas espectaculares, es un verdadero
fermento en la situación latinoamericana, aunque por su forma, pase
desapercibida o no tenga interés para los medios de comunicación,
ni llegue a ocupar una página en la historia. A ella se ha incorporado
una parte importante de la población que, en otras formas de lucha,
hubiera quedado marginada: los indios y las mujeres.
Los
indios, en algunos países, suponen más del 50% de la población.
Su forma de resistencia, su solidaridad interna, les ha permitido
sobrevivir, durante casi cinco siglos, desde la colonización, manteniendo
su estilo de vida, frente a los intentos de los colonizadores y
de los criollos en el poder para introducirlos en los esquemas de
producción occidentales.
Ya
hemos mencionado la importancia de las mujeres en Argentina, veremos
su papel protagonista en Bolivia, pero sin olvidar su lucha en otros
países como El Salvador o en Guatemala a través del Grupo de Apoyo
Mutuo (GAM).
Ante
los casos de resistencia civil que exponemos, es necesario afrontar
una última cuestión. Es cierto que se derrocó a los regímenes militares,
pero ¿qué se ha conseguido?. A la vista de la situación actual de
Guatemala o El Salvador, ¿no podemos concluir que estamos ante una
exposición del fracaso de la noviolencia?.
De
nuevo es necesario matizar para no caer en deducciones simplistas.
El hecho del derrocamiento de un régimen militar es un éxito innegable.
Esto ha sido posible por medios noviolentos. Lo que no ha sido posible
es realizar una alternativa constructiva una vez logrado el derrocamiento
de la dictadura.
El
éxito de las resistencias civiles ha sido posible gracias a la participación
de los más variados sectores de la población. Sin embargo, las alternativas
al poder militar son algo, que hasta ahora, han quedado en manos
de los partidos políticos (muy fraccionados y frágiles ante la envergadura
de los problemas).
Los
militares han encontrado pronto excusas- con el apoyo de la oligarquía
criolla y de los intereses de las grandes compañías americanas-
para retornar de nuevo al poder, en nombre del pueblo y eliminar
la oposición, en nombre de la seguridad nacional.
Pero
hay que recordar también, que los casos de resistencia civil han
sido generalmente espontáneos, llevados a cabo casi por instinto,
por ser el "arma" natural de los pobres. Si en algunos casos, la
espontaneidad y falta de planificación parecen haber favorecido
el éxito, no podemos pensar que esto ha de ser norma. Si la noviolencia
quiere ser eficaz, necesita un entrenamiento, una planificación,
una estrategia que no dejen el éxito al azar. Así, no sólo podría
ser derrocada una dictadura militar sino también podría impedirse
que cualquier dictadura pudiera acceder al poder. Los signos son
esperanzadores.