LA
CAIDA DE LA DICTADURA EN GUATEMALA. 1944.
(Sein, Heberto M., "Non-violence
politique", dossier 2, traducción Oveja Negra)
Cuando el general Ubico tomó el poder en 1931,
el pueblo se acordó con terror de lo que había hecho en Altaberapaz
y Tetalhuleu siendo General de mano de hierro. Sobresalía en el
arte de conspirar. Había organizado una fantástica red de lo que
se llamaban grupos de "cinco". En un momento dado hubo más de 7.000
hombres alistados sin contar más que los de la capital. Procuró
que estos se infiltraran en todos los departamentos del gobierno.
Ningún grupo de "cinco" conocía a los otros miembros de esta red
secreta implantada en todo el país. Ubico tenia firmemente las riendas
de esta organización de espionaje e información, que él controlaba.
"Cinco" (las cinco letras del nombre del General) simbolizaba una
de sus medidas de represión más eficaces. Dirigió victoriosamente
una campaña, utilizando su red, con el fin de suprimir las elecciones.
Se dice que aspiraba a gobernar Guatemala durante cinco mandatos
presidenciales por respeto a una cifra mágica.
Ubico fue exaltado por algunos periódicos americanos
como un dictador "popular". Los que habían tenido asuntos con su
policía política sabían sobradamente de ello. El semanario "Time"
lo describió como un admirador de la sangrienta purga que Hitler
provocó en 1934 y citaba sus palabras: "yo soy como Hitler, primero
ejecuto y después organizo el proceso..." Pero durante la II Guerra
Mundial ciertos cambios empezaban a debilitar la posición de Ubico.
En 1942 la confiscación de plantaciones de café que poseían alemanes
le hizo perder muchos partidarios. Los problemas de política interior
provocaban una cierta agitación, tanto entre obreros como en el
mundo de los negocios. El dictador de un país vecino, el Salvador,
había caído algunas semanas antes por la presión de una resistencia
noviolenta generalizada. Los hechos mostraron que era un ejemplo
contagioso y peligroso. La acción comenzó en Guatemala de una forma
muy discreta.
En junio de 1944, un poderoso sentimiento de oposición
al represivo régimen del dictador comenzó a manifestarse. Se sentía
que el pueblo quería sublevarse y derribar al dictador. El movimiento
se inició entre los estudiantes y profesores de la Universidad de
San Carlos. Habían presentado a Ubico una petición reclamando ciertas
reformas y la puesta en libertad de dos estudiantes de derecho que
habían sido detenidos. La petición reclamaba la autonomía y mejores
condiciones de vida para los funcionarios peor pagados. Su petición
fue acogida por un sector importante de la población de la capital
y de otras ciudades. El dictador tomó entonces una decisión extraordinaria:
aprobó un aumento de 15% de los salarios de los funcionarios. Pero
esto no satisfizo a la mayoría de los que trabajaban para el gobierno.
Algo en la atmósfera social y política no había sido disipado por
la decisión del dictador. Los estudiantes querían dialogar con él.
Organizaron manifestaciones pacíficas en las calles y protestaron
contra la negativa de Ubico de concederles una entrevista. Los soldados
y la policía instalaron ametralladoras en las calles. La caballería
recibió la orden de estar preparada para cargar contra los manifestantes.
El primer enfrentamiento tuvo lugar un domingo. Los estudiantes
habían venido con pancartas con el slogan "Vete, Don Jorge". Como
se habían comprometido a no recurrir a la violencia no llevaban
ni una sola arma. Pese a esto los soldados abrieron fuego sobre
ellos; hubo algunos muertos y muchos heridos.
Dos días de intensa ansiedad siguieron a este enfrentamiento.
Un grupo de abogados y profesores de universidad exigieron a Ubico
el respeto a los Derechos Humanos fundamentales de los ciudadanos.
Un gran número de profesores fueron enviados a prisión. Pero en
las calles, en silencio, los estudiantes llevaban pacíficamente
sus pancartas con una llamada directa al dictador: "Don Jorge, Vete".
Aceptaban con entusiasmo ser detenidos. Otros grupos de estudiantes
aparecían con las mismas pancartas. Enseguida los muchachos y muchachas
de los institutos se unieron al movimiento llevando el mismo mensaje:
"Don Jorge, Vete". Apoyados moralmente por sus familias, estos estudiantes
también aceptaban ser arrestados. En este momento se inició el apoyo
de los sindicatos obreros, que se unieron al movimiento. Los conductores
de taxi y automóviles colocaron en sus parabrisas el mismo mensaje:
"Don Jorge, vete". En las ciudades y en la capital la gente desfilaba
silenciosamente por las calles con los brazos cruzados. Ese espíritu
de resistencia civil de masas se apoderó de toda la población. ¿Cómo
acabar con la resistencia noviolenta del pueblo? Esto era para él
un problema nuevo. El 20 de junio un manifiesto anunciaba la formación
del partido Social Democrático y reclamaba la creación de partidos
de oposición, la concesión de justicia social, el fin del régimen
del terror así como la solidaridad del Continente Americano. Con
arrogancia, Ubico decretó el estado de emergencia. Al tercer día
del trágico fusilamiento masivo de los estudiantes, se decidió la
huelga general por parte de la población. La convicción de que la
resistencia moral del pueblo era en adelante una fuerza audaz e
invencible se extendió por toda la nación. La simpatía hacia el
movimiento popular comenzó a penetrar en los policías y en los soldados,
la mayoría de ellos de origen obrero o campesino. Con mucha frecuencia,
la policía se negó a detener a los pacíficos manifestantes que ya
llenaban las calles y plazas. Algunos jueces se negaban a condenar
a tales manifestantes. ¿ Cuáles hubieran podido ser las acusaciones
contra ellos? Habían caminado en silencio; no habían gritado, insultado
ni arrojado piedras; habían confraternizado con soldados y policías
y simplemente seguían llevando sus pancartas con el mensaje directo
que en estos momentos repetía como un coro la nación entera: "Don
Jorge, Vete". El 23 de junio, los maestros se pusieron en huelga
para apoyar el movimiento. Los comerciantes cerraron sus tiendas.
En un gesto de simpatía los directores de banca se unieron al movimiento:
anunciaron el cierre de todos los bancos del país. El dictador replicó
imponiendo una fuerte multa a todo establecimiento bancario que
cerrara sus puertas. Pero los banqueros simplemente cerraron sus
establecimientos. A lo largo de la tarde de este primer día de huelga
general, centenares de mujeres vestidas de luto se reunieron en
la iglesia de S. Francisco. Se celebró una misa especial para expresar
la profunda pena que había causado la muerte de los estudiantes
y el pésame a sus familias. Estas estaban presentes con su inmensa
pena. Después de la misa, centenares de mujeres desfilaron silenciosamente,
en pacífico cortejo, a lo largo de varias avenidas de la capital.
Los soldados fueron al encuentro de las mujeres. Estas se volvieron
para marchar en sentido contrario. Entonces hizo su aparición la
caballería: sable en mano, cargaron contra las mujeres. Doscientas
fueron heridas. Se supone que 70 murieron. Se dice que María Chinchilla
Ricino fue la primera mártir que cayó. Los curas de las iglesias
de la ciudad de Guatemala se unieron entonces al movimiento de liberación
del pueblo: cerraron las puertas de las iglesias y se negaron a
celebrar cualquier ceremonia. El día 24 de junio los estudiantes
desfilaron hasta la embajada de Estados Unidos pero insistieron
en mantenerse en los medios de lucha noviolentos. Un mitin pacífico
reclama esa tarde la dimisión de Ubico. Ese mismo día dos hombres
remitieron al despacho del dictador el "Memorial de los 311". Los
311 guatemaltecos que lo habían firmado, gente eminente y estimada,
arriesgaban la vida entregándolo. Este documento explicaba las razones
de la agitación popular, reclamaba garantías constitucionales reales,
así como la suspensión de la ley marcial. Con gran descontento por
parte del dictador militar, la embajada de Méjico permaneció abierta
día y noche para los guatemaltecos que buscaban refugio. La embajada
declaró: "Para Méjico las leyes humanitarias internacionales no
son letra muerta. Sabemos cómo debemos honrar nuestros compromisos".
Los estudiantes pidieron a la embajada un servicio urgente y muy
importante; éste le fue concedido y un miembro destacado de la embajada
cogió un avión hacia Méjico para cumplir el encargo: "hacer conocer
al mundo la verdad respecto a la gran revolución popular y pacífica
de Guatemala". La oposición que acababa de organizar, hizo llegar
a Ubico una carta expresando el deseo unánime del pueblo de que
se retirara. Reclamaba también la retirada de la ley marcial, la
libertad de prensa y asociación y que cesaran los ataques a la población.
Peticiones y diversos mensajes de importantes personalidades llegaban
al palacio: reclamaban la dimisión de Ubico. La huelga económica
silenciosa de la capital continuaba: el poder del dictador se estaba
desmoronando. El sábado, el dictador General Jorge Ubico estaba
en situación desesperada. Bruscamente la realidad le asaltó: ya
no gobernaba Guatemala. El pueblo ya no tenía miedo. El movimiento
de resistencia noviolento había llegado a ser irresistible, victorioso.
Toda la potencia de la posición dictatorial de Ubico había sido
construida en trece años por innumerables medidas represivas, toda
una red de policía secreta, todas las costosas fuerzas armadas con
las que contaba, todo esto se estaba desintegrando, todo ello había
sido pulverizado por la formidable resistencia civil masiva, aun
cuando desarmada, de aquellos que de norte a sur y del Atlántico
al Pacífico con una voz única y fuerte habían pedido: "Don Jorge,
Vete". El dictador militar que había soñado con seguir en el poder
durante numerosos años más, abdicó al fin y dejó al país el 1 de
julio de 1944. Un triunvirato de generales tomó el poder. Comenzó
enseguida una fermentación política extraordinaria. Organizaciones
sindicales y políticas surgieron con hongos. Los exiliados regresaron
al país. Es necesario reconocer que la victoria lograda sobre Ubico
no fue muy bien utilizada para establecer una verdadera democracia.
Pero esto había sido una verdadera victoria a la vez del pueblo
y de la forma de lucha. María Rosenthal escribe: "Enérgico y cruel,
Jorge Ubico hubiera podido aniquilar cualquier lucha armada. Hubiera
podido imponer su voluntad a cualquier número de personas descontentas,
hubieran sido militares o civiles y hubiera podido arrinconarlas
contra la pared. Pero se encontró sin recursos de cara a actos de
desobediencia civil a los cuales respondió por la violencia hasta
que sus actos le llevaron lentamente a la elección en la que finalmente
se encuentran todos los dictadores: o matar a todos los que no están
de acuerdo o retirarse". El movimiento que llevó al Napoleón de
Guatemala a su Waterloo era, justa y afortunadamente, una lucha
pacífica y cívica; La disciplina, la serenidad, la resignación voluntaria
con las que fue conducida hace de la acción un modelo de resistencia
pasiva. Rosenthal rindió, igualmente, un homenaje a la inteligencia
con la que esta lucha ha sido llevada y a la solidaridad manifestada
por los guatemaltecos, cualquiera que fuera su clase social o su
origen étnico o político. Se convocó posteriormente una Asamblea
Constituyente y sus miembros redactaron y aprobaron una nueva Constitución
para el país. La Asamblea organizó una reforma agraria terriblemente
necesaria, un sistema educativo que comprendía a indios y mestizos,
el derecho de los obreros a organizarse y firmar convenios colectivos,
así como las libertades de asociación, prensa y expresión. Democráticamente,
el pueblo eligió como presidente a un profesor y no a un general.
Aunque la estructura oligárquica de Guatemala no fue radicalmente
cambiada, el descubrimiento por el pueblo de la potencia irresistible
de su movimiento de resistencia civil noviolento no podrá ser olvidado.
La utilización de este método de lucha para la justicia y para la
liberación de las grandes desigualdades sociales étnicas o económicas
constituye históricamente una razón de esperanza.