HUELGA DE HAMBRE CONTRA LA DICTADURA
EN BOLIVIA. 1978
(Croissant, Pierre. "Non-violence politique", dossier
2 y "Alternatives non violentes" n. 39, traducción
Oveja Negra)
Para obtener del General Banzer la liberación de sus maridos, militantes
sindicales mineros, cuatro mujeres decidieron hacer una huelga de
hambre unos días antes de la Navidad del 77. La dictadura es una de
las más duras historias de Bolivia, con todos los partidos y sindicatos
prohibidos y la oposición encarcelada o deportada. 22 días más tarde,
cuando el número de huelguistas pasaba de 1.000, Banzer es obligado
a ceder. Y seis meses más tarde a abandonar el poder.
En agosto de 1971, el coronel
Banzer, apoyado desde el exterior por Brasil y desde el interior
por parte del ejército, llevó a cabo un golpe de estado. Se trataba
del 185 cambio de régimen desde su independencia en 1885. Banzer
decía "que actuaba en nombre del nacionalismo cristiano, para expulsar
del país al extremismo utópico, acabar con un régimen anárquico
y depredador y sustituir el caos por el orden".
En noviembre se restableció la pena de muerte;
en junio del 72, un decreto ley autorizaba la detención ilimitada
y sin juicio por motivos políticos; en el 74, todos los partidos,
sindicatos y reuniones públicas fueron prohibidas. El Coronel se
hizo General Presidente; expulsando del gobierno a los escasos civiles
que todavía quedaban, dispuso de un gobierno enteramente militar.
Sería la más larga dictadura boliviana.
Si este tipo de gobierno es frecuente en
Sudamérica, en Bolivia presenta características específicas. En
el plano humano, su población tiene la mayor proporción de indios:
las ¾ partes aproximadamente. Campesinos y mineros, son los más
pobres. Un minero gana un dólar por diez horas de trabajo al día
y su esperanza de vida es de 35 años. El campesino boliviano, más
miserable todavía, es el más pobre del continente, aun cuando su
país por sus recursos minerales (estaño, cobre y oro) es el más
rico. Desde el siglo XVI esta mayoría india ha sido mantenida al
margen de la vida política. De extrema derecha a extrema izquierda,
la clase política está integrada por los criollos, descendientes
de los conquistadores españoles. "En Bolivia no hay más que 5.000
personas que cuenten verdaderamente", declaraba Rios Gamboa, un
consejero de Banzer.
Desde un punto de vista geográfico, Bolivia
no tiene costas desde su derrota frente a Chile en 1884. La cuestión
del acceso al mar fue siempre utilizada por el poder para despertar
un nacionalismo popular y establecer, con su apoyo, una cohesión
puesta en peligro por sus dificultades internas.
En 1977 el régimen atravesó grandes problemas
económicos y políticos. A una resistencia interna, se unió la reserva
del nuevo presidente de USA. Jimmy Carter no se prestó a mantener
sistemáticamente estos regímenes duros pero minoritarios que pueden
hacer aguas a la primera revuelta. En noviembre, Banzer anuncia
medidas democratizadoras: Liberación de la prensa y de las instituciones,
la liberación de los presos, retorno de los exiliados y elecciones
en julio del 79... prometidas desde el 74. Para ser creído, toma
una medida inmediata: autoriza el Congreso de la Asamblea Permanente
de los Derechos del Hombre (APDH).
Los trabajos del Congreso denunciaban, naturalmente,
las decisiones relativas a los presos y exiliados. Banzer mintió,
ya que los exiliados no eran 600 sino más de 1.000. 348, entre ellos
los principales líderes mineros y campesinos, eran excluidos de
la amnistía. ¿De qué democracia se estaba hablando si la oposición
seguía en la cárcel?. La cólera estalló; "Presencia", el importante
periódico católico, publicó la lista de los excluidos. Algunos días
más tarde, el 28 de diciembre del 77, cuatro mujeres y 14 niños
se instalaron en los locales del Arzobispado de la Paz. Son mujeres
y niños de mineros excluidos por el decreto.
La primera declaración de los huelguistas,
hecha una vez que tomaron contacto con curas y miembros de la APDH
situó su postura:
1) Amnistía General para todos los presos y exiliados por razones
políticas.
2) La reintegración en su trabajo de los obreros expulsados.
3) La derogación del decreto que prohibía las organizaciones sindicales.
4) La derogación del decreto que declaraba las minas "zona militar"
(presencia permanente del ejército).
No se trataba por tanto, para estas cuatro
mujeres, de una lucha por liberar a sus maridos, sino por la liberación
del conjunto de los presos políticos. Esta afirmación será repetida
a los diferentes funcionarios encargados de encontrar un "arreglo
al conflicto" por el examen de casos individuales. Aparte de la
APDH, para la que la autorización de su Congreso equivalía a un
reconocimiento de la organización, las primeras declaraciones de
solidaridad provinieron de organizaciones clandestinas sindicales
y políticas de oposición. El tercer día el Ministerio del Interior
denunció el carácter subversivo de esta acción y los medios de comunicación
alertaron a la opinión sobre los peligros, en particular para los
niños. Es entonces cuando una decisión de la APDH va a modificar
la relación de fuerzas: los 14 niños serán sustituidos por 14 miembros
de la asociación. Tratándose esta vez de personas conocidas en los
medios católicos y de defensa de los Derechos del Hombre, pero no
representativos de la oposición política al régimen, la protesta
salió de su cuadro tradicional y ganó a una parte cada vez mayor
de la población.
El cuarto día, un grupo de huelguistas se
instaló en los locales de Presencia, posteriormente en otras iglesias
de la Paz, y en las principales ciudades del país. El noveno día
entre los huelguistas hay curas, estudiantes, campesinos (esto es
nuevo en la medida en la que los dictadores han utilizado a los
campesinos para reprimir las manifestaciones obreras y viceversa).
Los servicios oficiales anuncian una huelga general de apoyo al
régimen, sostenida por el ejército y los grupos paramilitares. Este
día se reanuda el trabajo...
Las primeras intervenciones policiales tiene
lugar al undécimo día, cuando el movimiento cuenta con 200 personas;
En las fábricas, los "coordinadores de trabajo" nombrados por la
administración son reemplazados por delegados sindicales elegidos.
Llegan del extranjero adhesiones.
Banzer espera desbloquear la situación pidiendo
la mediación del Cardenal Primado de Bolivia, Mauer. Este cree un
deber aceptar una misión de conciliación, que se revela como una
trampa para él y el movimiento: un acuerdo de amnistía para todos...
"a excepción de los bolivianos que caigan bajo las leyes en vigor
en el país". El rechazo de los huelguistas, - 14 de enero de 1978,
18º día, 1.000 personas en huelga- desencadenan la entrada de la
fuerza policial en los locales donde están instalados, incluso las
iglesias, lo que es un mayúsculo error en América Latina. El Arzobispo
de La Paz amenaza con excomulgar a los policías profanadores y a
sus jefes. Para la comunidad católica - y para numerosos marxistas-
se trata ahora de defender también a la iglesia, víctima de la violencia
del gobierno Banzer. La prensa internacional, presente en las intervenciones
policiales, remarca este hecho. Y se publican fotos. Obispos de
Europa y América, y el Presidente del Consejo Mundial de las iglesias
mandaron telegramas de solidaridad a Monseñor Manrique, Arzobispo
de la Paz. El Cardenal Mauer publica una declaración en la que señala
el valor cristiano y humano de la lucha de los huelguistas de hambre
y pide al gobierno que no utilice la violencia sino que conceda
la amnistía.
El 18 de enero, a los 22 días de huelga (más
de 1.200 huelguistas) se llega a un acuerdo entre el representante
del gobierno y el presidente de la APDH, en presencia de Monseñor
Manrique. Se consiguió al fin "Una amnistía general a favor de todos
los bolivianos arrestados, exiliados, desterrados o rebeldes, por
motivos políticos o sindicales". El texto precisa las condiciones
de reintegración en las minas y "las garantías ofrecidas a las personas
que han participado en la huelga de hambre o en su apoyo".
Por la noche, el General Banzer declara "poder
en lo sucesivo continuar su plan de democratización" no sin antes
precisar que "la amnistía general no dejará sin castigo a los enemigos
de Bolivia"... Desacreditado en el extranjero tanto como en Bolivia,
Banzer no sobrevivirá seis meses a la huelga de hambre. En la mayor
confusión, abandonará el poder en julio. Pero entre agosto y septiembre
del 78, nueve presidentes se sucederán a la cabeza del país y en
septiembre los militares tomarán el poder con un golpe de estado.
LA HUELGA DE HAMBRE: CATALIZADOR DE UN MOVIMIENTO NACIONAL DE RESISTENCIA.
La huelga de hambre masiva, por su forma,
sus objetivos, su amplitud, ha cristalizado un movimiento nacional
de resistencia, dinamizado a una oposición que no había conseguido
expresarse durante la dictadura.
Medios de represión inadecuados.
En efecto, los años de dictadura habían permitido poner a punto
medios de represión a toda prueba. La utilización de carros y vehículos
blindados era una práctica corriente en Ovando, Barrientos, Miranda
y Banzer. El menor desfile de mineros provocaba decenas de muertos,
pues no dudaban en descargar las metralletas contra los manifestantes.
La fuerza de la huelga de hambre fue el no haber dado a Banzer el
pretexto de la lucha contra la violencia. Sus medios de represión,
siendo considerables, se mostraron inadecuados. Para desacreditar
al movimiento Banzer intentó utilizar las técnicas clásicas de la
contrasubversión esforzándose en mostrar que eran "acciones de extremistas,
guiadas por delincuentes, que estas mujeres están manipuladas, que
los líderes teledirigidos de Moscú, etc". Pero los hechos eran otros
y- se verá por qué- correctamente transmitidos por los medios de
comunicación. Tanto en el plano militar como en el político, Banzer
se encontró desde el comienzo de la huelga de hambre con la imposibilidad
de hacer un uso eficaz de los medios típicos de represión.
Una forma de acción imprevista.
Ni el gobierno, ni la oposición, ni incluso las cuatro mujeres que
lanzaron el movimiento podía prever su asombrosa evolución. Cuando
ellas preparaban esta huelga de hambre su objetivo era la liberación
de sus cuatro maridos y nada más. Para algunas de ellas, militantes
marxistas, la huelga de hambre era un arma burguesa, lo suficientemente
buena para obtener un poco de libertad, pero en ningún caso, un
arma revolucionaria portadora de cambios profundos. Fue después
de sus primeros contactos con curas y miembros de la APDH cuando
su protesta incluyó al conjunto de los presos.
Una lucha espontánea.
Ninguna formación sindical o política había sido informada de la
decisión. Unidos por una coordinación bastante informal, constituida
sólo cuando comenzaron las discusiones con el gobierno, los grupos
de huelguistas eran en realidad muy autónomos. Se negaron a conciliar
la eficacia de las decisiones y la descentralización del movimiento.
Después de haber hablado de un "levantamiento bien planificado",
el Ministro del Interior declaraba el 6 de enero, día de la primera
huelga de apoyo al régimen, que se trataba de "una subversión en
marcha cuya cabeza era invisible". ¡ Y sólo Dios sabe cómo, para
un espíritu militar, esta imposibilidad de determinar "quien es
el jefe" es un serio handicap!.
Fue una lucha de mujeres.
Su enrolamiento en la huelga no constituye en absoluto una novedad,
pues desde el mandato del General Ovando en 1964, desde que el ejército
procedió a arrestos masivos de mineros, fueron ellas quienes organizaron
e hicieron crecer la resistencia. A través de los comités de amas
de casa crearon una estructura de vida paralela que tuvo un papel
determinante en los numerosos conflictos. En las regiones mineras,
la actividad de algunos sindicatos estaba totalmente garantizada
por las mujeres, muchas de ellas esposas de presos y exiliados.
Por ello, muchas también conocían las cárceles y los malos tratos
de los hombres del Departamento del Orden Político.
Entran en acción obreros y campesinos.
El que los huelguistas hubieran tenido en cuenta las reivindicaciones
del sindicato minero y de las organizaciones clandestinas de campesinos,
fue lo que provocó la solidaridad de los obreros y campesinos. Además,
su presencia cara a cara en las condiciones físicas y morales de
la huelga de hambre, tendió a acercarles más todavía en una verdadera
"comunión de lucha". Y al contrario de lo que antes era la regla,
el poder no consiguió poner en juego el viejo antagonismo obreros-
campesinos.
El papel de la iglesia.
Fue considerable. Se encontró ante una situación que no había previsto.
Como otros jefes de estado, Banzer intentó utilizarla en su provecho.
Pero la jerarquía ya no podía esconderse tras el parapeto del "comunismo
internacional". Por su naturaleza, la huelga interpelaba directamente
a la Iglesia-institución, es decir a los obispos. La intervención
de la policía en los lugares de la huelga, incluso en las iglesias,
fue un golpe mortal para Banzer. Este tipo de intervención, impopular
en las democracias occidentales, es inconcebible en América Latina
por el peso que tiene la Iglesia. Banzer iba a pagar cara esta falta
de apreciación. Sin embargo, pocos pensaban que la Iglesia tomaría
una decisión tan grave presentada además como ultimátum: por boca
de su Arzobispo de la Paz, amenazaba con la excomunión a los policías
profanadores y a sus jefes, y, más todavía, con cerrar las iglesias
del país durante tres días, "si no se encuentra una solución en
24 horas". Así, después de haber tomado parte por el movimiento,
la iglesia pedía "a las dos partes" encontrar una solución.
"Presencia" y la prensa.
Liberalizada por Banzer en el marco de las "medidas concretas" de
1977, con el fin de demostrar la buena fe de su "vasto programa
de democratización", la prensa se encontró obligada a dar cuenta
de los acontecimientos. Por su extrema descentralización, tanto
en la capital como en los centros de provincia, la huelga y las
iniciativas que suscitaba tenían por testigos si no por actores
a miles de bolivianos. "Presencia", periódico católico y liberal,
no sólo ha beneficiado esta relación de fuerzas sino que también
ha contribuido ampliamente en afirmarla. Su moderación y el rigor
de sus informaciones le hacían políticamente difícil de censurar.
Se comprende así el error del Presidente cuando decidió evacuar
los locales de presencia. Y, lo que es más, en presencia de numerosos
periodistas extranjeros. Estas operaciones provocaron vivas protestas
de colaboradores de este periódico y una fuerte solidaridad de sus
compañeros agrupados en "Prensa-radio". Esta organización forma
parte del consejo de la APDH.
UNA Victoria de la noviolencia.
Los acontecimientos que siguieron a la huelga de hambre y que acabaron
en julio con la caída del General se deben, según la opinión de
sus testigos, sus actores y la prensa en general, al carácter noviolento
de los medios empleados en enero. En efecto, fueron estos medios
los que permitieron por primera vez el encuentro y después la convergencia
de oposiciones tradicionales. Pues, si desde siempre las Juntas
Militares saben que sus "adversarios naturales" son los partidos
y sindicatos de oposición contra los cuales la violencia ha tenido
éxito frecuentemente, la huelga de hambre reveló actitudes críticas
en el seno del ejército, en la jerarquía de la Iglesia, en la pequeña
burguesía liberal, etc.
La forma de acción elegida es acorde con
el tipo de reclamaciones: a la violencia del régimen se opone la
noviolencia y, ya que la dictadura impide vivir, se ofrece espectacularmente
la vida para obtener ese mínimo de libertades sin los cuales la
vida no es posible. Además, los actores de esta extraordinaria puesta
en escena no son los actores políticos ordinarios. A las cuatro
mujeres de mineros se añaden religiosos y religiosas, jóvenes, estudiantes,
es decir, actores sociales y no políticos, en el sentido de que
ninguno de estos grupos o personas se lanzan a la búsqueda del poder.
Los sindicatos y algunos partidos políticos apoyan sin ninguna duda
la huelga, pero en ningún momento son ellos quienes la controlan
ni fijan su contenido. Así, cada uno puede unirse y reconocerse
en ella, pues no se trata de una acción concertada y planificada
sino de un movimiento que encuentificada sino de un movimiento que
encuentra en lucha su propia dinámica.