dossier
nº2 de la revista "Non-Violence politique" traducido por Revista
Oveja Negra nº 33)
El Gran Ducado de Finlandia había sido conquistado
por Suecia en el S. XII. Pero en 1809 fue cedido a Rusia. Finlandia
gozaba de autonomía real para su política interior; elaboraba sus
propias leyes a través de su propio Parlamento; sólo los asuntos
exteriores estaban en manos de la Corte Imperial rusa en San Petersburgo;
los zares rusos eran a la vez reyes de Finlandia. Durante 80 años
este arreglo satisfizo al pueblo finlandés y el país conoció una
época de desarrollo tanto cultural como económico, sin que Rusia
interviniera en sus asuntos internos.
Pero a finales del S. XIX los círculos dirigentes
rusos fueron ganados por las ideas paneslabas de dominación rusa
e intentaron imponer en todas partes medidas de rusificación. En
1889 el zar Alejandro II anuló las reformas que el Parlamento finlandés
había aplicado a su legislación sobre la criminalidad. En 1890 el
servicio de correos fue colocado bajo control ruso. En 1891 se exigió
a ciertos funcionarios que supieran ruso. Bajo el régimen de Nicolás
II, en 1898 un ruso, el general Bobrikov, conocido por su furioso
nacionalismo, fue nombrado gobernador general de Finlandia. Bobrikov
decretó que las tropas finlandesas serían integradas en el ejército
ruso y que podrían ser enviadas a cualquier provincia del Imperio
ruso.
DESOBEDIENCIA CIVIL
El Parlamento rechazó unánimemente este decreto.
El Zar decidió entonces que sólo él tendría en adelante el derecho
a establecer el orden del día del Parlamento, y así lo redujo únicamente
a ser un cuerpo consultivo. Se negó a recibir a las Delegaciones
enviadas por el Senado y el Parlamento. Una coalición constitucional
reunió a todos los partidos políticos finlandeses. A pesar de la
censura de prensa y de la correspondencia privada, una petición
fue firmada por 523.000 personas (sobre un censo total de 2.700.000
habitantes). Escapando a la vigilancia de la policía rusa, 500 hombres
se prestaron a ir a San Petersburgo a presentar una petición al
Zar. Una delegación internacional se organizó para presentar la
misma petición: entre las firmas estaban las de Herbert Spencer,
Florence Nightingale, Emile Zola, Anatole France, etc. Pero el zar
se negó a recibir a cualquiera de estas delegaciones . El decreto
sobre el ejército tomó forma de ley.
Finlandia fue sometida a un duro régimen de opresión.
Todos los derechos civiles relacionados con la libertad de expresión
o de reunión fueron abolidos. Bobrikov llamó a 25.000 hombres a
filas, pero15.000 de ellos no se presentaron en el cuartel. No pudiendo
arrestar a tal cantidad de gente joven el gobierno deportó a los
17 abogados que les habían defendido y cesó en sus funciones a 15
jueces que les habían absuelto. Reemplazó a los alcaldes, a los
gobernadores de las provincias y a los policías, por rusos. Revocó
a 300 altos funcionarios. Repartió el ejército finlandés por toda
Rusia y llenó los cuarteles finlandeses de soldados rusos. Hizo
obligatoria la enseñanza del ruso en las escuelas.
En respuesta a todas estas medidas, los finlandeses
recurrieron a la resistencia civil: los representantes oficiales
se negaron a poner su firma en los papeles oficiales como exigía
la ley. Los jueces no tenían en cuenta las nuevas leyes promulgadas
ni las instrucciones recibidas. Los padres cerraban los ojos ante
las convocatorias para que sus hijos asistieran a las clases de
ruso. Una sociedad patriótica secreta fue fundada para redactar
peticiones, para organizar manifestaciones de protesta y para ayudar
legal y materialmente a los finlandeses que tuvieran que emigrar
o escapar del llamamiento a filas. Todo esto se organizó sin que
las autoridades finlandesas hiciesen nada para oponerse. Los profesores
recomendaban abiertamente a sus alumnos la resistencia pasiva. Los
pastores luteranos predicaban audazmente en público y apremiaban
a sus feligreses a que se pusieran al servicio de la causa nacional.
Un periódico clandestino impreso en Estocolmo funcionaba
secretamente, reforzando así la moral del pueblo y su solidaridad
en esta resistencia unánime frente al poderío ruso, presente por
doquier.
PROVOCACIONES A LA VIOLENCIA
Esta lucha continuó a lo largo de cinco años, en
los que los finlandeses se ciñeron estrictamente a esta clase de
resistencia civil. Pero Bobrikov, finalmente recurrió a una táctica
odiosa: agentes provocadores a sueldo perpetraron diversos actos
de violencia contra las autoridades rusas de ocupación , lo que
fue un excelente pretexto para justificar una cruel represión contra
los finlandeses. Además, esto incitó a algunos finlandeses a adoptar
también ellos métodos de lucha violenta. Hubo toda una escalada
de incidentes sangrientos secretamente organizados o manipulados
por los propios rusos y luego salvajemente castigados por los cosacos
del zar. De golpe, las medidas de rusificación del país se multiplicaron
y la situación se agravó aún más.
Pero en lugar de romper la resistencia finlandesa,
esta nueva táctica de Bobrikov se volvió contra él. Víctima de su
propio maquiavelismo, fue asesinado por un joven finlandés en 1904.
Otros asesinatos fueron cometidos por finlandeses, presos de la
desesperación, e influenciados además por el Partido Socialista
Revolucionario ruso, que les procuraba armas, a la vista de una
posible revolución.
EL MOVIMIENTO OBRERO EN LA LUCHA
Pero la resistencia civil no había dicho su última
palabra. Fue el movimiento obrero, en pleno desarrollo en esta época
, quien la retomó por su cuenta. El primer sindicato fue fundado
en 1833. Desde 1895, el periódico socialista ""El Trabajador" reclamaba
una sola Cámara elegida por sufragio universal, escuelas públicas
gratuitas, jornada de ocho horas, etc. El partido socialista democrático
en 1903 tenía 13.500 afiliados entre obreros tanto agrícolas como
industriales, y estaba muy bien organizado. En 1905, cuando Rusia
fue vencida por Japón, el partido socialista convocó la huelga general.
"Todos los trenes se pararán, el telégrafo no funcionará, las fábricas
quedarán desiertas". Espontáneamente todo el pueblo respondió: las
tiendas, las oficinas, los colegios y restaurantes se cerraron.
La policía se puso en huelga y fueron los estudiantes los que formaron
espontáneamente un servicio de orden. No hubo ningún derramamiento
de sangre. Era sencillamente la resistencia civil sostenida por
una nación entera. Al sexto día el gobierno zarista, que a su vez
estaba acosado por una insurrección en San Petersburgo mismo, entró
en negociaciones con los finlandeses: anuló todas las iniciativas
tomadas por Bobrikov, restauró un gobierno finlandés constitucional
con un nuevo Parlamento elegido por sufragio universal, donde incluso
las mujeres pudieron ser elegidas. En las primeras elecciones libres
en 1907 los socialdemócratas obtuvieron 80 escaños sobre 200. Aparentemente,
fue una magnífica victoria de la noviolencia. Pero justamente en
1907, el gobierno del zar, habiendo recuperado las riendas del poder
después de los graves levantamientos de 1905, reemprendio sus esfuerzos
en rusificar Finlandia. En lugar de las ilegalidades brutales de
Bobrikov, recurrieron diestramente a las manipulaciones legales.
Hubo entonces una nueva resistencia civil, pero esporádica. Por
ejemplo, 23 jueces y abogados del tribunal de Viipuri fueron condenados
y encarcelados en Rusia por haberse negado a cambiar la sentencia
en un caso que ya estaba fallado. Así mismo, las dos terceras partes
de los pilotos finlandeses dimitieron para protestar por el control
ruso ejercido en sus actividades marítimas. Así mismo, durante la
1ª Guerra Mundial los finlandeses consiguieron el no hacer el servicio
militar en el ejército ruso; pero debían pagar en contrapartida
un severo impuesto. El ejército ruso construyó fortificaciones,
y sus tropas pudieron circular libremente por el territorio finlandés.
Los dirigentes finlandeses que osaron protestar abiertamente contra
el proceso de rusificación fueron exiliados sin miramientos a Siberia.
INDEPENDENCIA Y... GUERRA CIVIL Durante todos estos años Finlandia,
o más exactamente los capitalistas finlandeses, conocieron una prosperidad
económica sin precedentes. Muchos hicieron fortuna abasteciendo
a un ejército ruso insaciable. Este hecho explica que la nación
finlandesa fuera incapaz de conseguir su unidad como lo había hecho
en 1905. Trágicamente, a la hora de la independencia, la división
de clases sociales era tal que desembocó en una guerra civil. Fueron
necesarios 24.000 muertos en 1918 para que se instaurara al fin
una república. Pero los jefes socialdemócratas fueron encarcelados
o exiliados por las fuerzas del mariscal Mannerjeim... Como en el
caso de Hungría, constatamos en esta historia las grandes posibilidades
inherentes a una resistencia noviolenta bien unida, pero igualmente,
cómo sus posibilidades reales dependen de factores externos, sobre
los que los resistentes no tienen ningún poder. El éxito extraordinario
de la huelga de 1905 fue debido principalmente a la debilitación
de Rusia por la guerra con Japón, así como a las diversas revueltas
que se produjeron en Rusia ese año contra el régimen zarista. A
pesar de todo , teniendo en cuenta esos hechos, la huelga general
fue un acontecimiento decisivo; aunque, ciertamente, con ella no
se llegó al paraíso. Muchos beneficios que con ella se habían obtenido
se perdieron en los años siguientes, pero otros sobrevivieron a
la crisis de la independencia. Hay que añadir que el mismo pueblo
que había resistido a los rusos sin apenas derramamiento de sangre
llegó a matarse entre sí con una ferocidad salvaje. He aquí una
ironía cruel de la historia. La lección que debemos sacar es que
el recurso a la resistencia civil, en un momento dado de la historia,
es eficaz solamente en la medida en que es un medio que está plenamente
de acuerdo con los fines que se persiguen. Pero no es siempre un
cheque en blanco sobre el futuro. NOTA El nº 62 de la revista "Alternatives
Non Violentes" de diciembre del 86, dedicado a la resistencia civil,
ha publicado un artículo sobre la resistencia de Finlandia a la
rusificación, que es un buen complemento del presente. En él, S.
Huxley profundiza en el contexto político-social de Finlandia, destacando
la fuerte tradición constitucional y la conciencia de identidad
cultural. Analiza las distintas fuerzas políticas, entre las que
no faltaban tanto los partidarios de la sumisión como los de la
violencia. Es de destacar que la resistencia no fue un fenómeno
espontáneo y que grupos concretos y organizados fueron sus animadores.