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A LA BÚSQUEDA DE NUESTRA HISTORIA
(Semelin, Jacques. dossier nº2 de la revista "Non-Violence politique" traducido por Revista Oveja Negra nº 33)

Hay una historia de la resistencia civil, una historia desconocida, rechazada, escarnecida. Una historia que ignora soberanamente nuestra memoria colectiva, acostumbrada a celebrar las acciones de guerra, el culto a la violencia y a sus héroes sanguinarios. Una historia totalmente ausente de los textos escolares y de los discursos oficiales.

Retomar posesión de este historia, de este campo desconocido de resistencia que tiene, sin embargo, su propia dignidad y que forma parte de nuestra herencia colectiva, representa un paso cultural esencial.

Es, en primer lugar, rendir homenaje a los que, a menudo a costa de su vida, han escrito esta historia, y de quienes no se ha hecho apenas elogio. ¿Por qué siempre se celebra unilateralmente el valor de la resistencia armada y jamás el de la resistencia noviolenta?. En 1943 ¿era más bonito y valeroso matar a un alemán que salvar a un judío? Nuestra memoria es selectiva. Se degrada con el tiempo, recordando sólo que refuerza y confirma nuestros esquemas de pensamiento y nuestras convicciones políticas.

Por eso precisamente el discurso sobre la defensa se apoya en gran medida en la experiencia del pasado. Si nuestra memoria colectiva sólo retiene de la historia los hechos de violencia, es evidente que las soluciones que podemos hoy dar a los problemas de la guerra no pueden ser sino soluciones militares. Por el contrario, si recogemos del pasado las huellas de otra historia, de otra defensa, de una resistencia no militar que ha mostrado aquí y allá su eficacia a lo largo de los siglos, entonces el discurso moderno sobre la defensa no puede encontrarse sino profundamente transformado. Es, pues, fundamental para la credibilidad de una alternativa noviolenta a la defensa, buscar las raíces históricas, sus manifestaciones en las distintas épocas, regímenes y culturas.

EL CAMPO DE LA RESISTENCIA CIVIL.

Cuando se evoca la historia de la noviolencia se piensa espontáneamente en la lucha de Ganchi. Ciertamente, el pensamiento y la acción de Gandhi marcan un antes y un después en la historia de la noviolencia . Más exactamente, Gandhi es el primer líder político que piensa la noviolencia en términos de estrategia de liberación. Se puede fechar este acontecimiento: la noviolencia , como estrategia política específica, hace su verdadera aparición en la historia a principios de este siglo cuando Gandhi, el 11 de septiembre de 1906 lanza a la comunidad india de Africa del Sur, con motivo de un célebre mitin de Johannesburgo, a una campaña de desobediencia civil contra el colonialismo británico. Después, otras grandes luchas noviolentas han visto la luz en Europa, en Estados Unidos, en Africa o en América Latina.

Pero además hay, antes y después de Gandhi, un vasto campo de acciones pequeñas o grandes cubriendo una resistencia popular sin armas, una resistencia civil. Se puede definir la resistencia civil como esa forma particular de resistencia a la opresión que utiliza los métodos de acción noviolenta sin recurrir al concepto de noviolencia. La resistencia civil comprende así un campo histórico considerable y poco explorado que será necesario poner al día. La resistencia civil es, en primer lugar, una práctica espontánea y pragmática que no tiene como principio estratégico expreso el rechazo de la violencia pero que sin embargo, en la práctica y por necesidad, implica concretamente el rechazo de la violencia. Es por esto por lo que la resistencia civil es muy a menudo una resistencia noviolenta que ignora su nombre. La resistencia civil es hermana gemela de la defensa popular noviolenta. La noviolencia tiene su raíz en la historia de la resistencia civil. La resistencia civil es a la vez ilustración y prefiguración de lo que podría ser una defensa popular noviolenta.

RELATIVIZAR EL PAPEL DE LA VIOLENCIA EN LA HISTORIA.

Escribir la historia de la resistencia civil es al mismo tiempo relativizar el lugar y la eficacia de la violencia, cuyo rol histórico tiende a mitificarse demasiado. En particular, la apología de la lucha armada hace olvidar las condiciones de subdesarrollo. Así, ¿qué hubiera sido de la resistencia armada francesa a la ocupación alemana sin el apoyo de una parte de la población civil? En el último mes de la ocupación la lucha de los FFI no es más que la parte visible de la oposición civil, menos espectacular pero ciertamente más vasta, que se manifiesta en la prensa clandestina, la no-colaboración en el trabajo, el extravío de órdenes, la búsqueda de información, las redes de ayuda a los partisanos... Se olvida también que la primera manifestación de oposición al invasor fue una acción noviolenta muy valerosa, la manifestación de 1.000 estudiantes en los Campos Elíseos el 11 de noviembre de 1940. Además, la resistencia francesa en su componente militar se desarrolló sobre todo a finales de 1943 y en 1944, y solamente en algunas regiones.

En efecto, la lucha de un pueblo por su libertad jamás se ha hecho sólo por la fuerza de las armas. Al lado de ésta, en apoyo o en combinación con ella, se desarrolla una resistencia civil basada en acciones cotidianas o en manifestaciones de mayor o menor envergadura. Pero cuando todo terminó sólo se recuerda la revuelta violenta, no por ser más heroica sino por ser más espectacular y porque se presta más fácilmente a la sacralización de sus víctimas.

CONDICIONES HISTÓRICAS.

Los detractores de la noviolencia afirman que ésta sólo es posible en sociedades que tienen por principio fundamental el respeto a la vida y a las personas. Esto significaría que antaño, cuando nuestros antepasados no vacilaban en degollar a su vecino en un rincón del bosque, no podía haber sitio para la noviolencia. Así, el surgir de la noviolencia correspondería históricamente a un cierto grado de maduración social, política y económica, que apostaría junto con la pacificación ciertos beneficios sociales. Sin que esta tesis pueda ser rechazada de un plumazo, es simplista, si no errónea.

Para ello es interesante estudiar el comportamiento de la clase obrera a lo largo de anteriores décadas y en él, el nacimiento de la huelga como arma. En efecto, en un período de alrededor de un siglo las manifestaciones de oposición del proletariado europeo han pasado del motín a la huelga. La resistencia obrera tomó al principio la forma de revuelta violenta y desordenada, para evolucionar hacia una forma de resistencia más organizada y pacífica: la huelga. Todavía durante un tiempo la huelga se acompañaba de motines, pero al cabo de los años va tomando progresivamente la cara pacífica con la que se conoce hoy: tendencia impulsada además por los sindicatos, cada vez más poderosos, que controlan las masas obreras y las llaman a rechazar la "trampa de las provocaciones". Así, se constata que los métodos de lucha de esta clase social se hacen poco a poco "no violentos" si bien la violencia, de forma puntual, no está siempre ausente de la lucha obrera ¿Qué es, pues, lo que ha pasado?.

Ciertamente, el derecho a la huelga ha hecho mucho por la pacificación de las relaciones entre la burguesía y el proletariado; por lo menos, el enfrentamiento entre estas dos clases antagónicas se encontraba "institucionalmente reconocido". También, sin duda, el crecimiento industrial ha permitido paralelamente la liberación económica de capas trabajadoras que, poco a poco, han conquistado un nivel de vida decente, o en todo caso mucho más tolerable que el estado de depauperación endémica en que se encontraban a mediados del siglo XIX. Así, el nacimiento de un arma noviolenta, la huelga, parece haber sido favorecido, por una parte, por el reconocimiento del "derecho a la resistencia" (acordado por el Estado Liberal) y, por otro, por el crecimiento económico (debido al desarrollo industrial).

Pero esta constante, ¿tiene valor de ley general para todos los métodos de acción propios de la noviolencia? Es difícil pensarlo ya que las formas de lucha noviolenta han aparecido en países subdesarrollados de economía agrícola (India, Congo, Ghana...) y en el seno de regímenes totalitarios (bajo el nacismo, en los países del Este, en las dictaduras latinoamericanas). Como mucho se puede decir que el reconocimiento del derecho y un cierto grado de desarrollo económico y cultural favorecen el surgir de la acción noviolenta.

Pero el factor determinante aparece en otra parte: reside en el hecho de que en un momento dado un grupo social determinado "toma conciencia de la fuerza que representa en sí mismo, por sí mismo", del lugar que ocupa, del papel que juega en la sociedad y, en consecuencia, de la presión que puede ejercer sobre ella si decide retirarle su participación. Este es precisamente el caso de la huelga, nacida al tomar conciencia el proletariado de constituir una clase por sí misma con un papel específico en la sociedad y sin la cual, toda producción es imposible. Esta "conciencia de clase" a la que Marx apeló constantemente se ha constituido poco a poco como sentimiento de pertenencia a un grupo social relativamente homogéneo, claramente situado en la cadena económica y sometido a una opresión común. "Conciencia de clase" que debía permitir, precisamente, la emancipación del proletariado y la demostración de su fuerza por el rechazo del trabajo alineado. Es en este sentido en el que la huelga se define claramente dentro del marco de una acción de no-cooperación. Pues en general, la no-cooperación aparece siempre engendrada por la "conciencia de constituir un grupo que puede ejercer por sí mismo una cierta presión" sobre la sociedad en la que se encuentra inserto. Esta conciencia de grupo parece ser, pues, la piedra angular de toda estrategia de no-cooperación.

Si este análisis es acertado no hay ninguna razón para pensar a priori que la resistencia noviolenta sea un fenómeno exclusivamente moderno. Deben poderse encontrar rastros de acciones noviolentas en épocas anteriores. Una investigación histórica debería estar en condiciones de sacarlas a la luz. Por su parte, Gene Sharp sitúa una de las primeras acciones noviolentas en la época de la Roma antigua cuando los plebeyos, en una revuelta contra los cónsules en el 494 antes de J.C., decidieron retirarse a la colina del Aventín, negándose así a asumir las tareas a las que tenían obligación en la ciudad.

Esta acción de no-cooperación concluyó con un acuerdo, mejorando de una manera importante el estatuto de la plebe en la ciudad romana.

LAS CONDICIONES DE EFICACIA.

Decir que esta conciencia de grupo es la principal determinante de toda lucha noviolenta es afirmar que es la primera condición de su éxito. La unidad popular es el cimiento de la resistencia civil. Cuando es suficientemente fuerte, es difícil de romper la dinámica de la lucha. Así, el intento de exterminio de los judíos de Bulgaria fracasó porque estaban perfectamente integrados en la sociedad búlgara. Así mismo, los judíos de Dinamarca se salvaron por el apoyo muy activo del pueblo no judío de ese país.

El sistema nervioso de esta unidad popular es la organización del grupo. Sin organización es imposible la resistencia noviolenta. ¿Por qué la lucha de los profesores noruegos en 1942 fue posible? Sin ninguna duda , porque ya estaban organizados a través de los sindicatos de enseñanzas. Lo mismo que la lucha de los médicos holandeses contra el nacismo. Estos casos victoriosos de luchas civiles contra la ocupación alemana no fueron cosa del azar. Si fueron principalmente organizaciones profesionales quienes pudieron hacer frente a Hitler fue porque la estructura sindical preestablecida permitió con toda naturalidad, organizarse a la resistencia.

Sin embargo, la unidad popular y la indispensable organización son inútiles sino hay a la vez una "voluntad común de defensa". En 1949 muchas organizaciones sindicales y políticas fueron rápidamente desmanteladas o sometidas porque no había en su seno ni en su cabeza una voluntad suficiente de resistencia al invasor. Es la voluntad colectiva de defensa la que da a la resistencia su dinámica profunda y su capacidad interna para soportar la represión.

Más aún, la unidad popular, la organización, la voluntad de defensa no son nada sin una autoridad legítima, representante de la resistencia. En 1968, cuando la invasión de Checoslovaquia, había una unidad popular, había voluntad de defensa, había organización. Pero una vez firmados los acuerdos de Moscú y Dubcek adicto a Brejnev, toda autoridad legítima de la Primavera de Praga desapareció, y la resistencia se hundió. Por el contrario, mientras que Walesa no se someta al régimen de Jaruzelski, mientras que Solidaridad posea un comité clandestino, la resistencia durará en Polonia. La autoridad legítima de la resistencia se impone como rival de la autoridad legal. Su misma existencia simboliza el porvenir, encarna una esperanza. Con ello impulsa, canaliza, dinamiza la lucha colectiva.

LA PREPARACIÓN.

Polonia plantea otro tipo de problema: el de la preparación de la resistencia, especialmente en la clandestinidad, a la que el sindicato independiente no estaba preparado. Como las condiciones habían cambiado, las formas de lucha también debían transformarse después del 13 de diciembre. En este sentido, no hay un modelo de resistencia noviolenta sino por lo menos "opresión sin agresión" (como el de Polonia antes del 13 de diciembre); La otra, en un contexto de "opresión y de agresión" (como el golpe de estado o la invasión militar). En nuestra opinión se debe reservar el concepto de lucha noviolenta la liberación de la primera situación , y de defensa popular noviolenta para la segunda.

Así mismo, en 1940 el drama de la guerra fue la falta de preparación del pueblo para la resistencia noviolenta. Una vez que las líneas del ejército francés fueron destruidas, el pueblo no pudo ofrecer ninguna resistencia al adversario precisamente porque la propaganda gubernamental no cesaba de repetir antes que los franceses no tenían nada que temer y que podían tener la plena confianza en su ejército. ¿Para qué iban, pues, a prepararse por su defensa?.

El pueblo francés no estaba preparado ni técnica ni psicológicamente para resistir por sí mismo.

Finalmente, algunos oponentes del primer momento recogieron el desafío de la libertad y se lanzaron a una lucha que, en el otoño de 1940, parecía utópica. "Si se mira bien, la lucha que hizo la Resistencia fue improvisada, y su puesta a punto se realizó al precio de costosos golpes", escribió Henri Michel, uno de los más grandes historiadores de este período. Fueron necesarios tres largos años- de 1940 a 1943- para que formara laboriosamente la tela de una resistencia organizada que, poco a poco, va a tener ramificaciones coordinadas en todo el país. Se puede decir que lo esencial de la energía de los jefes históricos de la Resistencia francesa estuvo consagrado a la lenta formación de esta red. ¿No se hubiera ganado un tiempo precioso si, por ejemplo, movimientos políticos, sindicales, culturales, asociativos, etc, hubieran estado preparados para la eventualidad de una ocupación?

Además, se hará el difícil aprendizaje de la clandestinidad para la cual nadie estaba verdaderamente preparado salvo, en cierta medida, el partido comunista. En esta situación independientemente de tradiciones e infiltraciones de agentes pro alemanes, se cometieron muchas imprudencias por gente inexperta. El arresto de Jean Moulin, caso aún no bien esclarecido, serviría de lección a la Resistencia francesa para adoptar medidas de seguridad todavía más draconianas, en un período en el que sus filas fueron seriamente dañadas.

UN ESTUDIO COMPARATIVO.

La historia nos permite fijarnos en luchas de resistencia civil de larga duración- de grandes movimientos sociales y políticos- y de otras más puntuales, como en Chambon. Las técnicas de la acción no-violenta pueden también desviarse hacia fines militares al servicio de la política de los Estados (por ejemplo, el llamamiento al pueblo de Michel Debré, en 1961, para poner obstáculos al golpe de Argel, o la Marcha Verde dirigida por Hassan II para recuperar el Sahara español). Todos estos ejemplos son ricos en enseñanzas. Demuestran la diversidad, la riqueza, la universalidad de los métodos noviolentos.

Más allá de su variedad histórica - y aunque la tarea es delicada- sería interesante hacer un análisis comparado de estas diferentes formas de resistencia en lo que concierne a las condiciones de su empleo, los objetivos planteados y los resultados efectivamente obtenidos.

¿Por qué, por ejemplo, en la Alemania de 1920, una huelga general fue suficiente para poner fin en unos días al golpe de Kapp, partisano de la extrema derecha nacionalista, mientras que la utilización del mismo arma no ha llevado al mismo resultado contra Jaruzelski? Así mismo, ¿cuáles son las razones profundas del fracaso del movimiento por la paz antes de la 1ª guerra Mundial ? Jamás el movimiento obrero internacional fue más poderoso que en aquella época. Los obreros alemanes y franceses declaraban algunas semanas antes del comienzo de la hostilidad que ellos harían todo lo posible para oponerse a la guerra. Ciertamente le faltó a la Internacional obrera una verdadera estrategia de resistencia a la guerra, carencia de la que se puede preguntar si no existe hoy también en el seno del Movimiento por la Paz europeo.

Sacar las lecciones de las experiencias pasadas es saber por qué algunas han tenido éxito pero también, por qué otras han fracasado. Con ello podremos precisar mejor en qué condiciones y por qué medios una defensa popular noviolenta es, no solo posible, sino creíble.

EJEMPLOS LIMITADOS.

La mayor parte de los ejemplos que tenemos a nuestra disposición son de una importancia limitada. Ciertamente los húngaros lograron en 1867 arrancar su autonomía a Austria por métodos de acción noviolenta. Pero esta victoria se sitúa en el momento en que el Imperio austríaco declinaba, después que Francisco José fue derrotado por Prusia en Sadowa (1866). También es cierto que los Finlandeses consiguieron una relativa independencia de la Rusia Zarista en 1905, después de una huelga general. Pero justamente es también en esos momentos cuando el Zar tiene serios problemas con los revolucionarios y una guerra contra Japón. Así mismo, los grandes movimientos de resistencia civil nacidos en la Europa hitleriana (Dinamarca, Noruega, Holanda, Bulgaria...) aparecieron sobre todo después de 1941, es decir, después de la entrada en la guerra de la URSS y USA y, la mayoría , después que los soviéticos rechazaran a los alemanes en Stalingrado. Así, las poblaciones europeas sometidas a la bota nazi desde hacía dos o tres años, podían empezar a vislumbrar otro futuro, a creer que el III Reich no era invencible. En fin, las victorias conseguidas por la acción noviolenta sobre los nazis lo fueron sobre objetivos parciales (salvación de judíos, libertad de enseñanza, etc.) y no sobre lo determinante del conflicto, a saber, la liberación nacional, que de hecho se conseguirá por la acción militar combinada de las fuerzas aliadas.

Además, la extrapolación de todos estos ejemplos históricos es un ejercicio difícil. Tiene un gran valor ilustrativo pero no demostrativo. No hay que conformarse con mostrar que los métodos de la acción noviolenta han podido ser eficaces en la historia, y, muy a menudo, en condiciones extremas; además hay que precisar cada vez en qué circunstancias han resultado eficaces.

RESISTENCIA Y DEFENSA

En fin, si la investigación histórica sobre la resistencia civil debe ser ampliamente desarrollada, no hay que olvidar que la cuestión que debemos resolver es la defensa, no la de la resistencia. ¿Quién duda que la única posibilidad de lucha para los pueblos de la Europa del Este se encuentra del lado de la resistencia noviolenta? Pero el problema que se plantea actualmente no es tanto saber qué hacer si un país es invadido, sino que hacer para que no sea invadido.

Sin embargo, los ejemplos históricos de los que nos servimos se sitúan todos en el caso de la resistencia a una ocupación o a un golpe de Estado y no en el de la disuasión contra una ocupación o golpe de estado.

Por ello, se hace indispensable una reflexión estratégica para, por una parte, demostrar que una defensa popular noviolenta puede tener un valor disuasivo y, por otra, comparar las ventajas e inconvenientes respectivos de una disuasión nuclear y de una disuasión popular noviolenta.

Así, la credibilidad del modelo de la defensa popular noviolenta se sitúa en la encrucijada de un análisis histórico comparado y de una reflexión estratégica de conjunto. La historia de la noviolencia no puede eludir un razonamiento estratégico sobre los datos contemporáneos. Pero la estrategia debe alimentarse de referencias históricas sólidas, pues sino, corre el riesgo de no ser más que un discurso abstracto. Desarrollar programas de investigación sobre una y otra es el verdadero reto de un centro de estudios sobre la solución noviolenta de los conflictos.